|   Amanece en una isla del lejano oriente. A  Iichi le complace el desayuno, se siente feliz por una brevedad. La atención le  ayuda a sobreponerse al confinamiento, la limpieza le acerca a lo divino, o eso  cree. Su vida es simple, su tiempo es limitado, y como todos necesita de otros.  Sonríe cuando lo miras de cerca, y baila cuando el día le sonríe a el. Nació, y  un día morirá. Nadie llorara su pasaje, simplemente porque Iichi es un  Tamagochi, y su universo es literalmente un llavero. La síntesis total de motivaciones y el cruel  espejo del ego que el Tamagochi nos refleja debería causar una pausa mayor a la  que despierta, no por su simplicidad sino por su trascendencia. Será una  simplificación excesiva la comparación, pero que es lo que auténticamente nos  separa de nuestro amigo virtual? Otra cuestión que seguro que les brotara en la  conciencia es la relevancia de estas preguntas. Que tendrá que ver con nada de  lo que nos compete?   Para esta ultima pregunta la respuesta es oscura  pero simple. Importa porque toda actividad de diseño es una elección, un  posicionarse frente al mundo y frente al futuro. Esto no lo estoy inventando, no  soy ni por asomo el primero en decirlo. Y manteniendo eso en mente, habrá que  preguntarse cual es la raíz de la elección como actividad, y cual es uno de sus  axiomas principales... Si, la existencia de voluntad. La discreción  individual basada en una imagen inefable de uno mismo en su propia mente,  identidad y singularidad, nacido de una cualidad posiblemente metafísica pero  innegablemente abstracta. He aquí el comienzo de la crisis del Yo (según el  punto de vista del Tamagochi). Que sucede cuando uno puede suponer que el Yo,  aquella vocecita que nos ayuda a elegir y a creer, no nace de una realidad  inescrutable, sino que es simplemente la suma de las partes que componen nuestro  organismo, siendo no mas especial ni mas único que el Tamagochi? O lo que seria  peor, más traumático (pero mas hipotético), podrá alguna vez algún ingenio,  alguna inteligencia artificial tomar decisiones de orden estético, de carácter  sensible?  Consecuencias a estas posibilidades serian algo  interesante de ver. Como pensaran aquellos diseñadores concientes al hecho que  originalidad e individualidad son no solo utopías de moda sino simples falacias?  Nacerá de esta conciencia algún nuevo paradigma que mueva la proyectista, algo  que traiga autentica novedad y singularidad? Será hasta necesario?  El paralelismo de la cual que dicha tesis nace  es obviamente un ejercicio de elasticidad conceptual, pero considerando las  circunstancias (donde el universo del Tamagochi es restringido a solo 2 o 3  actividades, y a los confines de un llavero o similar) eleva las interrogantes  sin mas. También se vislumbra aquella manía cuasi cibernética, de la realización  de la existencia de un universo mayor, donde las preocupaciones y limitaciones  personales son una simple irrelevancia. Servirá esto como manual de autoayuda,  tipo repetir mirando al espejo "lo imposible es posible, lo imposible es  posible...", fronteras son siempre construcciones culturales. Pobre Iichi, encerrado en el llavero, sin  saber, sin poder saber, que maravillas y que sueños su existencia le trajo a el  resto del mundo, aquel que nunca pudo ni podía ver.  Nicholas Sibille  | 
Wednesday, January 3, 2007
El Ciclo / Volumen 2 El Tamagochi y la crisis final del Yo
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