Wednesday, January 3, 2007

El Ciclo / Volumen 2 El Tamagochi y la crisis final del Yo




Amanece en una isla del lejano oriente. A Iichi le complace el desayuno, se siente feliz por una brevedad. La atención le ayuda a sobreponerse al confinamiento, la limpieza le acerca a lo divino, o eso cree. Su vida es simple, su tiempo es limitado, y como todos necesita de otros. Sonríe cuando lo miras de cerca, y baila cuando el día le sonríe a el. Nació, y un día morirá. Nadie llorara su pasaje, simplemente porque Iichi es un Tamagochi, y su universo es literalmente un llavero.

La síntesis total de motivaciones y el cruel espejo del ego que el Tamagochi nos refleja debería causar una pausa mayor a la que despierta, no por su simplicidad sino por su trascendencia. Será una simplificación excesiva la comparación, pero que es lo que auténticamente nos separa de nuestro amigo virtual? Otra cuestión que seguro que les brotara en la conciencia es la relevancia de estas preguntas. Que tendrá que ver con nada de lo que nos compete?
Para esta ultima pregunta la respuesta es oscura pero simple. Importa porque toda actividad de diseño es una elección, un posicionarse frente al mundo y frente al futuro. Esto no lo estoy inventando, no soy ni por asomo el primero en decirlo. Y manteniendo eso en mente, habrá que preguntarse cual es la raíz de la elección como actividad, y cual es uno de sus axiomas principales...

Si, la existencia de voluntad. La discreción individual basada en una imagen inefable de uno mismo en su propia mente, identidad y singularidad, nacido de una cualidad posiblemente metafísica pero innegablemente abstracta. He aquí el comienzo de la crisis del Yo (según el punto de vista del Tamagochi).

Que sucede cuando uno puede suponer que el Yo, aquella vocecita que nos ayuda a elegir y a creer, no nace de una realidad inescrutable, sino que es simplemente la suma de las partes que componen nuestro organismo, siendo no mas especial ni mas único que el Tamagochi? O lo que seria peor, más traumático (pero mas hipotético), podrá alguna vez algún ingenio, alguna inteligencia artificial tomar decisiones de orden estético, de carácter sensible?

Consecuencias a estas posibilidades serian algo interesante de ver. Como pensaran aquellos diseñadores concientes al hecho que originalidad e individualidad son no solo utopías de moda sino simples falacias? Nacerá de esta conciencia algún nuevo paradigma que mueva la proyectista, algo que traiga autentica novedad y singularidad? Será hasta necesario?
El paralelismo de la cual que dicha tesis nace es obviamente un ejercicio de elasticidad conceptual, pero considerando las circunstancias (donde el universo del Tamagochi es restringido a solo 2 o 3 actividades, y a los confines de un llavero o similar) eleva las interrogantes sin mas. También se vislumbra aquella manía cuasi cibernética, de la realización de la existencia de un universo mayor, donde las preocupaciones y limitaciones personales son una simple irrelevancia. Servirá esto como manual de autoayuda, tipo repetir mirando al espejo "lo imposible es posible, lo imposible es posible...", fronteras son siempre construcciones culturales.

Pobre Iichi, encerrado en el llavero, sin saber, sin poder saber, que maravillas y que sueños su existencia le trajo a el resto del mundo, aquel que nunca pudo ni podía ver.

Nicholas Sibille