Tuesday, October 12, 2010

Paparazzi

Una introducción surrealista:

¿Que tienen en común Carlos Ott y Lady Gaga? Ambos usan a los paparazzi para avanzar su carrera.

Ojo, cuando digo pararazzi no me refiero a italianos en vespas, con nikon's, persiguiéndote a 200 por hora hasta el tunel. No. Me refiero a una tendencia de valorizar demasiado la imagen, la exposición mediática. Al culto por la novedad. A los largos 15 minutos de Andy. Al cholulismo. A ese agujero con forma de reconocimiento que muchos arquitectos llevamos dentro.

¿Y que separa al Arq. Ott y a Doña Gaga? Que uno, el arquitecto, es usado por sus clientes (o por lo menos eso parece), y la otra es quien usa a otros (o da la imagen de hacerlo).

Surrealismo de lado, lo que esta en juego aquí, lo que hoy trato de atacar, son las bases mismas de la producción arquitectónica contemporánea (hasta la moderna diría; Le Corbusier no se librará de esta hoy). Las motivaciones ocultas bajo las vestiduras del ejercicio profesional, y como las debilidades del arquitecto son aprovechadas por otros de forma subrepticia. No tengo el objeto simplista y oportunista de quejarme, sino por el contrario, deseo traer a la luz y celebrar nuestra frágil posición en esta sociedad, quemar en la hoguera un mito (que ni nos damos cuenta que tenemos) y festejar al calor de las llamas.


La arquitectura como emblema, como imagen corporativa, puede estar mal. Piénsenlo.

¿Esta no es la misma profesión que inventó el Firmitas, Utilitas y Venustas? Ah, perdón, ese en realidad era un ingeniero; dedicó toda una sección a maquinas y construcciones marciales (siempre para la destrucción se debe pasar por lo firme lo bello y lo útil… quien hubiera dicho!). ¿No era entonces esta la profesión que adoptó la convicción de limpiar las ciudades, de elevarlas del oscuro purgatorio de la temprana era industrial, de reconstruir una existencia digna de vivir luego del candente infierno de dos guerras totales? La Arquitectura sola no puede salvar al mundo; pero tampoco puede quedarse hablando a si misma en una espiral de imágenes y palabras sin más comprobación de la realidad que ver como a la gente "no les gustan nuestras casas", o quizás peor, servir como proveedores de tapas de folletos de inversión. Por ejemplo: "Zonamérica, Venga y conozca el futuro…" con la torre (¿torre?!) Celebra detrás, en toda su magnificente curiosidad de plantas ineficientes. (Me invente la idea de este folleto en particular, pero se que lo van a implementar, es inevitable).

Dejando de lado toda la ya estéril discusión sobre iconografía y el resto de las patadas de los años 60, otra vez me parece que el foco de la discusión está errado. Lo que importa no es si la ciudad o la arquitectura se puede construir como iconografía, ni tampoco que dicen estos iconos. Lo que es de relevancia, lo que no queremos enfrentar, es quien es el que esta hablando con estos iconos, y que malas palabras nos están forzando a decir.

Es más, ahora que leo lo que escribo, la arquitectura como emblema no solo esta mal. Es decadente y depravado. Piénsenlo.


Tanto como se puede ver al mundo en un grano de arena, y la eternidad en una hora, lo que une y separa a estas dos figuras resume la dicotómica lucha dentro de todos nosotros, es síntesis de una realidad oculta. No quiero sonar demasiado hermético, ni hermenéutico, pero solo es de raciocinio y mera muestra de civilización querer conocerse a uno mismo. Y los arquitectos, no tenemos ni idea de quienes somos.

Alfred Adler, fundador la psicología individual (y viejo compinche del mismísimo Sigmund, ya saben cual), resume cristalinamente el peligro que mi intención desea enfrentar, cuando dice que "Cada individuo actúa y sufre de acuerdo a su teleología peculiar, la cual tiene toda la inevitabilidad del destino, siempre y cuando él no la entienda".

Ya sé, es muy posible que después de este texto la gente de Ott y asociados igual me odien; C'est la vie. También sé, y ustedes también saben, que uso a dicho estudio como ejemplo solamente, dado que lo que ilustro no es ni por asomo singular a ellos; es mas, hasta yo mismo trabajo afanosamente hacia el fin de poder lidiar con las mismas fuerzas y enfrentar las mismas condicionantes, de ser y actuar como ellos algún día. ¿Estará mal? ¿Estaré persiguiendo la quimera equivocada? No lo sé. Y no se si alguien me lo puede explicar. El tiempo dirá.

Saludos

Nicholas Sibille Tift